La lectura debería de ser algo placentero, ese momento en el
que nos dejamos llevar por páginas que nos permiten soñar, evadirnos de la
realidad, convertirnos en personajes fantásticos, en protagonistas de aventuras…
Desaparecemos, aprendemos, nos convertimos y nos ayuda a reflexionar. Debería
de ser algo mágico… permitirnos huir.
El problema son las normas no escritas que vamos imponiendo
para hábitos que son personales e intransferibles.
Yo decido qué, cómo y cuándo.
Esta debería de ser la máxima de cualquier maestro ante el
momento de la lectura. Hablamos de respeto y les enseñamos qué es y en qué
momentos es importante, pero no predicamos con el ejemplo cuando presionamos para
que lean seleccionando libros que les metemos con calzador.
Estoy segura de que muchos maestros están de acuerdo conmigo
cuando nos vemos obligados a sacar el libro de lectura de la editorial. Inevitablemente
esa lectura no estará adaptada ni al ritmo ni mucho menos al gusto de los
niños. ¿Os imagináis que cada día viniera alguien con un buen libro de economía
y nos pidiera que dedicáramos 15 minutos de nuestro tiempo a leerlo? Eso sí, en
voz baja y sin perdernos…
Entonces le conocí y me cautivó…
"Nuestras razones para leer son tan extrañas como
nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para reclamarnos
cuentas sobre esta intimidad.” Esta es
la frase que resume claramente el sentido de la lectura, intima.
Debemos enseñar a leer y debemos enseñar a los niños a seleccionar
sus lecturas en función de gustos, porque durante el tiempo que dura un cuento
es su imaginación la que debe volar.
Daniel Pennac es un escritor francés cuya obra más conocida
es “Como una novela”. Pennac que además de escritor es profesor de literatura
en un instituto, se plantea con este libro que los adolescente pierdan el miedo
por la lectura y que ese momento sea algo elegido libremente en la forma y en
fondo, desde cómo leer hasta qué leer.
La parte más conocida son los derechos del lector, un
decálogo que nada más conocer debería de formar parte de todas las bibliotecas
y parte imprescindible de la metodología de un maestro.
- El derecho a no leer: Esos momentos en los que necesitamos un descanso para dedicarnos a otras actividades.
- El derecho a saltarse páginas: Poder decidir qué partes saltarnos sabiendo que no perderemos el hilo del libro sin que nadie nos juzgue.
- El derecho a no terminar un libro: gran derecho, tenemos poco tiempo y mucho que leer. Si no hay conexión con un libro, déjalo. Cuando nos enfrentamos a una historia debemos hacerla parte de nosotros, que por unas horas seamos los protagonistas.
- El derecho a releer: Es importante que trabajemos esto en el colegio. Que nos le importe volver a leer párrafos que no han entendido o para los que nos estaban concentrados.
- Derecho a leer cualquier cosa: El poder de decidir en qué invertimos nuestros momentos de lectura. ¿Quién decide lo bueno o lo malo?
- El derecho a leer lo que me gusta: La lectura es algo muy personal que siempre debe estar a criterio del lector, da igual la estatura del mismo.
- El derecho a leer en cualquier parte: tumbado, sentado, en la cama, en el sillón, en la calle…
- El derecho a picotear: Decidir qué aventura queremos vivir ese día.
- El derecho a leer en voz alta: “quien lee de viva voz… sí lee de verdad… si su lectura es un acto de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de escribir y despierta nuestra más oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par y, la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura, se precipitan en ella tras él.”
- El derecho a callarnos: “Nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para reclamarnos cuentas sobre esta intimidad.”
Coge un libro, elige un lugar y huye…
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